
Por: Patria Heredia
La República Dominicana enfrenta una alarmante ola de homicidios que ha estremecido a la población y puesto en evidencia graves fallas estructurales en materia de seguridad, justicia y gobernanza. No se trata de simples incidentes aislados; estamos ante una crisis sostenida que amenaza la paz social y el tejido mismo de nuestra nación.
Los asesinatos han dejado de ser cifras para convertirse en historias de dolor que recorren barrios, campos y ciudades. Jóvenes abatidos, mujeres asesinadas, ajustes de cuentas a plena luz del día. La delincuencia ha evolucionado con más violencia, más organización y, lo más preocupante, con mayor impunidad.
La respuesta de las autoridades ha sido insuficiente y, en ocasiones, desconectada de la realidad. No bastan operativos esporádicos ni promesas en conferencias de prensa. El país necesita una estrategia integral, sostenible y transparente, que combine prevención, inteligencia policial, depuración institucional y reformas profundas al sistema judicial.
Es imperativo recuperar el control de los espacios públicos, fortalecer la confianza ciudadana y cortar de raíz las conexiones entre el crimen y sectores del poder. La seguridad no puede seguir siendo rehén de intereses políticos ni víctima de la negligencia estatal.
No hay democracia sólida sin seguridad ciudadana. No hay desarrollo posible en un país donde reina el miedo.
La ola de homicidios no es solo un titular: es una tragedia colectiva que exige decisiones firmes, responsables y urgentes. El momento de actuar es ahora. El silencio, la indiferencia o la improvisación serían cómplices del caos.