
Por: Redacción CRN Noticias
El reciente derrumbe del icónico centro de entretenimiento Jet Set en Santo Domingo ha sido un golpe no solo para la memoria colectiva de los dominicanos, sino también un llamado urgente a examinar, con seriedad, las condiciones de nuestras edificaciones y los mecanismos que supuestamente garantizan su seguridad.
En medio de la incertidumbre y la especulación, las declaraciones del ingeniero estructural Juan José Ramírez, especialista en ingeniería sismorresistente con más de 24 años de experiencia, arrojan luz sobre un aspecto crucial: el peso total de los equipos instalados en el techo del edificio era cuatro veces menor que la capacidad estructural exigida por la normativa de construcción vigente al momento en que se levantó la edificación.
Dicho en palabras sencillas: no fue la carga adicional la que causó el colapso. Entonces, ¿qué falló?
Las observaciones técnicas de Ramírez —miembro fundador de la Sociedad de Ingenieros Estructurales de la República Dominicana (SINEDOM)— apuntan a una verdad incómoda: el verdadero problema puede no estar arriba, sino en las entrañas mismas de nuestras prácticas constructivas, de supervisión, de mantenimiento, e incluso de fiscalización estatal.
Porque cuando un edificio colapsa sin haber sido sobrecargado, debemos mirar más allá de la tragedia visible. ¿Se construyó realmente con los materiales adecuados? ¿Se respetaron los planos y las especificaciones técnicas? ¿Se dio mantenimiento periódico a la estructura? ¿Se hicieron las inspecciones necesarias, sobre todo en edificaciones antiguas con uso público?
La caída del Jet Set no es un caso aislado: es un síntoma. Es la punta del iceberg de una cultura muchas veces marcada por la improvisación, el descuido o la vista gorda. Una cultura donde el cumplimiento de las normas es muchas veces negociable y la prevención rara vez se prioriza hasta que la desgracia ocurre.
Más allá de la nostalgia por un espacio que marcó décadas de vida nocturna, este hecho debe ser un punto de inflexión. Si el Jet Set se desplomó sin estar sobrecargado, entonces cuántos otros lugares, escuelas, negocios o viviendas están en igual o peor condición sin que nadie lo sepa.
La tragedia debe movernos no solo a la indignación, sino a la acción. Urge una revisión nacional de estructuras en riesgo, el fortalecimiento del rol fiscalizador del Estado y una ciudadanía más consciente de que la seguridad estructural no es un lujo ni una opción: es una necesidad que salva vidas.
Que el colapso del Jet Set no sea simplemente un capítulo triste, sino el inicio de una conversación seria sobre cómo y para qué construimos en la República Dominic