
SANTO DOMINGO. – La noche cobró vida. La música se hizo cuerpo. La danza se transformó en identidad. Así se vivió la majestuosa función de “Molina & Veitía: Música en Movimiento”, una producción sinfónica que dejó huella en el corazón del público y confirmó que la cultura dominicana tiene fuerza, profundidad y belleza para conquistar cualquier escenario.
Con una Sala Carlos Piantini completamente llena, el público fue testigo de una experiencia que trascendió lo escénico. Bajo la dirección artística de Carlos Veitía, director general del Teatro Nacional, y con la batuta magistral del maestro José Antonio Molina, la Orquesta Sinfónica Nacional guió el hilo musical de una propuesta que fusionó música, danza y tecnología en un mismo lenguaje.
La escenografía, a cargo de Yeimi Díaz y Carlos Ortega, fue un verdadero homenaje visual a nuestras costumbres y leyendas. A través de luces, efectos especiales y proyecciones, se crearon atmósferas que envolvieron al público en cada pasaje musical y coreográfico.
La emoción creció con la entrada al escenario del Ballet Nacional Dominicano y el Ballet Concierto Dominicano, quienes interpretaron con fuerza y delicadeza una serie de piezas que conectaron directamente con nuestras raíces. Los aplausos no se hicieron esperar cuando apareció Lya Gómez, recientemente galardonada con el Premio Soberano 2025 como mejor bailarina clásica, y aún más cuando Lourdes Ramírez (Yuyu) regresó a escena en un momento cargado de nostalgia y orgullo.
El vestuario, meticulosamente diseñado por Adolfina Lluberes y Renata Cruz, complementó con gracia la paleta visual del espectáculo, creando una armonía