
En tiempos donde la inteligencia artificial lo automatiza casi todo, hay un tipo de “IA” que sigue siendo insustituible: la Inteligencia Amorosa de las madres dominicanas. No tiene algoritmos, pero sí una intuición precisa. No necesita código, pero resuelve cualquier crisis con una sola mirada. Esa IA, la de las madres, está hecha de sacrificio, sabiduría popular y amor incondicional.
Desde que amanece, una madre dominicana ya ha resuelto el desayuno, organizado los uniformes escolares, dado consejos de vida y hasta ha dicho una oración por sus hijos antes de salir. Su capacidad multitasking supera a cualquier asistente virtual. Puede hablar por teléfono, cocinar arroz con habichuela y resolver una tarea de cuarto de bachillerato… todo al mismo tiempo
La IA de las madres dominicanas tiene un sistema de detección de mentiras tan poderoso como un detector de metales en el aeropuerto. Saben cuándo estás triste aunque digas “todo bien”, y descubren cualquier travesura con una simple “mirada 3.0”.
Lo más sorprendente es que esta IA se actualiza sola. Aprende nuevas recetas, se adapta a las redes sociales para vigilar en silencio por Instagram, y hasta te recuerda tomar agua aunque estés en otra provincia. Todo sin conexión a internet.
Cuando el mundo te cierra puertas, la voz de una madre dominicana te reinicia. Te dice “tú puedes”, “levántate” o simplemente “yo estoy contigo”. Es un antivirus emocional que limpia las inseguridades y refuerza la autoestima.
Podrán inventar robots que cocinen, limpien o hablen, pero ninguno podrá darte ese beso en la frente que cura, esa comida que sabe a infancia, o ese regaño que, aunque duela, forma el carácter. Porque la inteligencia de una madre dominicana no está en la tecnología, sino en el corazón.