
Por: Wal Polanco
La posible tragedia que pudo haberse evitado en la discoteca Jet Set, y que hoy es objeto de una investigación por parte del Ministerio Público, es más que una disputa puntual entre empleado y empleador: es el reflejo de un patrón recurrente en nuestra sociedad donde las advertencias técnicas, éticas o profesionales suelen ser desoídas hasta que es demasiado tarde.
Según las declaraciones del abogado Plinio Pina, Gregory Adames, empleado del icónico centro nocturno, habría advertido sobre el estado deteriorado del techo y sugerido la suspensión del evento del pasado 8 de abril. Sin embargo, y de acuerdo con esta versión, su advertencia fue ignorada. Hoy, ese mismo celular con los mensajes que podrían haber prevenido un accidente será objeto de un peritaje forense por parte de la PGR.
Más allá del proceso judicial y de lo que determinen las pruebas, esta situación pone sobre la mesa una pregunta crucial: ¿por qué en tantas instituciones dominicanas se minimiza o se descarta la voz de quien señala un peligro?
No se trata solo de negligencia individual, sino de una cultura organizacional que prioriza el negocio, la imagen o la inercia, por encima de la prevención y la responsabilidad social. El problema no es exclusivo de discotecas. Ocurre en escuelas, hospitales, empresas privadas y entidades públicas. La advertencia llega, pero el silencio pesa más.
Cuando un empleado —sea del rango que sea— se atreve a levantar la voz para señalar un riesgo, lo mínimo que merece es ser escuchado con seriedad y respeto. No puede seguir siendo común que quien alerta termine ignorado o, peor aún, castigado por su sentido de responsabilidad.
En este caso, si se confirma que Adames hizo las advertencias y fueron desestimadas, no solo habría un fallo gerencial, sino un fallo moral. Y el precio que se paga cuando se ignora la ética del cuidado puede ser demasiado alto.
Es hora de cambiar esa cultura. Escuchar al que sabe. Atender al que alerta. Prevenir antes que lamentar. Porque en una sociedad madura, la seguridad no es un lujo ni una molestia: es una obligación.