
Por CRN Noticias RD
La República Dominicana es reconocida mundialmente por sus playas de ensueño, y entre ellas, Boca Chica brilla como una de las joyas más cercanas y accesibles desde Santo Domingo. Ubicada a tan solo 30 kilómetros de la capital, esta playa se ha convertido en un punto de encuentro para locales y turistas que buscan disfrutar del auténtico ambiente caribeño.
El encanto de Boca Chica reside en su laguna natural protegida por un arrecife, que convierte al mar en una especie de piscina gigante de aguas poco profundas y cálidas, ideales para toda la familia. Sus arenas blancas y finas invitan al descanso bajo el sol, mientras los más aventureros practican deportes acuáticos como paddle board, kayak y snorkeling.
No se puede hablar de Boca Chica sin mencionar su oferta gastronómica. En la orilla, restaurantes y bares sirven los tradicionales platos de mariscos y pescados frescos, entre ellos el famoso “pescado frito con tostones”, acompañado de una cerveza bien fría o una piña colada tropical. Para quienes buscan algo más sofisticado, la zona cuenta con hoteles y restaurantes de alta cocina que fusionan lo local con lo internacional.
Pero al caer la tarde, Boca Chica se transforma basta con recorrer sus calles al caer la noche para darse cuenta de una realidad que contrasta con su riqueza natural y estratégica: la oscuridad domina gran parte de sus avenidas por la falta de iluminación adecuada. Una situación que no solo afecta la seguridad de residentes y visitantes, sino que limita seriamente el desarrollo turístico, económico y social de la localidad.
Boca Chica merece más. Es un municipio que aporta al turismo nacional, que da la bienvenida a millones de pasajeros cada año y que, pese a su potencial, se encuentra rezagado en aspectos tan básicos como infraestructura, ordenamiento urbano y políticas de desarrollo sostenible.
No podemos seguir viendo a Boca Chica únicamente como un destino de fin de semana o un punto de paso hacia el interior del país. Es un lugar con historia, cultura, gastronomía y, sobre todo, con gente trabajadora que pide a gritos oportunidades reales de crecimiento.
La inversión pública y privada en iluminación, seguridad, servicios básicos y promoción turística no es solo una necesidad, es una deuda pendiente con un municipio que lo tiene todo para ser un referente internacional.
Boca Chica no puede seguir siendo “el municipio de las tinieblas”. Es hora de encender la luz, no solo en sus calles, sino también en la visión de quienes toman decisiones para el desarrollo de la República
Por su parte, José Ramírez, motoconchista de la localidad, expresó: “Cuando cae la noche, trabajamos con miedo. La oscuridad facilita la delincuencia y nos afecta a todos los que vivimos de transportar gente al aeropuerto o a la playa.”
Incluso los propios turistas lo notan. Lucas Fernández, visitante argentino, señaló: “La playa es hermosa, pero cuando cae la tarde se siente inseguridad. En otras playas de República Dominicana hay un mejor ambiente nocturno, aquí falta inversión.”
Según datos de la Oficina Nacional de Estadística (ONE), Boca Chica tiene una población estimada de más de 160,000 habitantes, pero su infraestructura no refleja el nivel de desarrollo esperado para un municipio que recibe miles de turistas cada semana.
De acuerdo con cifras del Banco Central de la República Dominicana, el Aeropuerto Internacional de Las Américas (AILA), ubicado en este municipio, movilizó 7.9 millones de pasajeros en 2024, convirtiéndose en el más importante del país en tráfico aéreo. Sin embargo, la localidad que lo alberga no cuenta con servicios públicos adecuados, lo que genera una contradicción evidente entre la magnitud de su aporte al turismo nacional y la precariedad en que se encuentran sus comunidades.